lunes, 11 de septiembre de 2023

ALEGATO CONTRA LA RECALIFICACIÓN URBANÍSTICA DEL ENTORNO PROTEGIDO DEL MONASTERIO DE EL PAULAR

Todavía hay un valle
y una tarde serena.
Y lejos una campana
que suena en la serena tarde,
todavía...
(«Todavía», poema escrito por un monje anónimo del monasterio de El Paular)

Hace años escribimos aquí algunas líneas para denunciar proyectos urbanísticos en dos valiosas dehesas de la Sierra de Guadarrama, una en Moralzarzal (Madrid), y la otra en Sotosalbos (Segovia), afortunadamente paralizados a tiempo. Es sabido que los ecosistemas asociados a las dehesas y prados cercados por viejas tapias de piedra, tan ricos en paisajes y biodiversidad, son los más amenazados de toda la sierra por la presión urbanística, pero lo que nunca imaginamos entonces es que justo al cumplirse el décimo aniversario de la declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (y también del inicio de este Cuaderno de bitácora en el que escribo) hubiera que volver a alertar sobre los peligros que esta vez amenazan al mejor y más representativo de todos ellos: el entorno protegido del monasterio de El Paular. Sin embargo, hacerlo resulta obligado y más necesario que nunca en estos tiempos de retroceso ambiental sin parangón en la historia de la conservación en España, en los que se está desmantelando el entramado legal y administrativo con el que nos habíamos dotado desde los años ochenta del siglo pasado, y en el que se apoyaban las políticas de protección de la Naturaleza y el patrimonio cultural de nuestro país.

  El icónico entorno protegido del monasterio de El Paular con el macizo de Peñalara al fondo   

          En estas últimas décadas hemos ido marcha atrás vertiginosamente. Antes nos resignábamos, como un mal menor, a la realidad de que todo lo que no está protegido está amenazado, pero hemos llegado a un extremo en que las amenazas se ciernen ya sobre lo más protegido precisamente por los valores que guarda, tan tentadores para los que manejan los hilos de las políticas ultraliberales (o incluso no tanto) que están saqueando los bienes comunes tangibles e intangibles en favor de intereses privados o conveniencias electorales: Doñana, el Mar Menor, Canal Roya, por citar algunos ejemplos recientes, y otros muchos que no reciben tanta atención mediática. Esta, más que ninguna otra, es la «marca España» que vendemos en el mundo.
          En abril de 2023, poco antes de las elecciones municipales y autonómicas, el Ayuntamiento de Rascafría (Madrid) aprobó una modificación puntual de sus normas subsidiarias de planeamiento urbanístico vigentes desde 1985 para recalificar cerca de 200 hectáreas de terreno en el entorno protegido del conjunto monumental de la antigua cartuja de El Paular, con el fin de permitir el uso hotelero y la celebración de eventos turísticos en las fincas de propiedad privada comprendidas en este espacio, dedicadas desde siempre a los aprovechamientos forestales, agrícolas y ganaderos. Es este un entorno de enorme importancia natural y cultural, incluido parciamente en la Zona Periférica de Protección (ZPP) del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama y en el Lugar de Importancia Comunitaria (LIC) Cuenca del río Lozoya y Sierra Norte, figura de conservación europea de la Red Natura 2000. Desde un punto de vista biogeográfico se podría decir que es un enclave norteño incrustado en mitad de la España seca, formado por los sotos y pastizales de fondo de valle limítrofes con la carretera M-604 que sube desde Rascafría al puerto de los Cotos, y por antiguos campos de labor hoy convertidos en prados y bosques de ribera situados entre los arroyos del Artiñuelo y los Apriscos, en las zonas de Las Arroturas, Tras la Huerta y Las Cayadas.

El entorno amenazado del monasterio de El Paular, denominado Sector IV en las normas
subsidiarias de Rascafría (fuente: Documento de inicio. Evaluación ambiental
estratégica de la modificación puntual de las NNSS de Rascafría
)

Un paisaje natural y cultural de gran importancia simbólica
Los valores que guardan estas fincas están también reconocidos en otros ámbitos de protección. El entorno del monasterio de El Paular está incluido con la categoría de «Paisaje simbólico» en el listado de los cien mejores paisajes españoles catalogados en el Plan Nacional de Paisaje Cultural, aprobado en 2006 y ratificado por el Consejo del Patrimonio Histórico reunido en la Residencia de Estudiantes el 4 de octubre de 2012.
          Estos reconocidos valores naturales y culturales se concentran principalmente en el conjunto de prados de siega situados alrededor del monasterio, al que pertenecieron hasta la desamortización de Mendizábal en 1836, pasando después a manos privadas. Son el Prado Grande, el Prado de las Ovejas y el Prado de la Reina, los tres afectados de lleno por esta recalificación urbanística. El Prado Grande es sin duda el más bello, extenso y valioso de todos los prados de siega conservados en la Sierra de Guadarrama, todavía hoy aprovechado como pastizal para ganado vacuno. Según la tradición, en el Prado de la Reina fue proclamada Juana la Beltraneja como heredera del trono de Castilla en 1470, pocos días antes de las capitulaciones matrimoniales celebradas en la hoy desaparecida aldea de Santiago, cerca de Buitrago de Lozoya, que la prometían con el duque Carlos de Guyena, hermano del rey de Francia Luis XI. El paisaje de estos prados, de una belleza casi estremecedora, no ha cambiado desde entonces.

El Prado de las Ovejas con su pequeño pajar en pleno mes de agosto, rodeado por
extensos robledales y el bosque de ribera que cubre como un dosel el cauce del arroyo
de Santa María. Al fondo, el macizo de Peñalara y los Montes Carpetanos 

          Por si fuera poco, los tres conservan un valioso y muy poco conocido patrimonio de arquitectura rural y de antiguas infraestructuras hidráulicas. Hay que mencionar un viaje de agua del siglo XVI que capta las aguas del arroyo de Santa María para abastecer la gran alberca de la huerta del monasterio y las fuentes del jardín del claustro y del patio del Ave María, con su red de galerías subterráneas y los clásicos «capirotes» de granito que sirven de cierre a los registros. También hay que destacar un arca de distribución de agua que surte a una red de caceras labradas en sillería utilizadas, entre otras funciones, para regar los prados «a manta», lo que permitía a los monjes cartujos segarlos incluso dos veces por temporada. Este conjunto patrimonial se completa con varias casillas ganaderas con pajar conservadas gracias a su uso tradicional mantenido hasta hoy por sus sucesivos propietarios. Todo el espacio está rodeado y entrecruzado por muros de piedra seca tan característicos de los paisajes de fondo de valle de la Sierra de Guadarrama, sobre los que destaca la gran tapia de cal y canto que separa estas fincas de la huerta del monasterio.

«Capirote» de uno de uno de los registros del viaje de agua subterráneo en el Prado de
las Ovejas, aprovechado 
como fuente y abrevadero para el ganado
Arca de agua en el Prado Grande, utilizada por los monjes cartujos para distribuir
el agua a través de la red de caceras que daban servicio al monasterio 
Casilla con pajar situada entre el Prado de las Ovejas y el Prado Grande, conservada
gracias a su uso ganadero ininterrumpido. En la modificación de las normas subsidiarias
se califica como 
«almacén de uso agrario sin valor arquitectónico o patrimonial»
         
          Muy cerca, en el extremo sur del ámbito protegido y rodeada por el Prado de la Reina, se conserva la llamada Casa de la Madera, una preciosa edificación de principios del siglo XVIII que alojaba la vieja sierra de agua utilizada por los monjes para aserrar las trozas de pino bajadas del monte Cabeza de Hierro, a la que da acceso el pequeño Puente de la Reina por el que cruzaban el arroyo de Santa María los carros utilizados para el transporte de la madera. Hasta finales de los años ochenta del siglo XX se utilizó como establo para guardar una hermosa y bravía vacada de raza morucha que pastaba en el Prado Grande.

La Casa de la Madera, situada a escasos metros del monasterio, era utilizada por los
monjes cartujos como aserradero
El pequeño Puente de la Reina, que cruza el arroyo de Santa María y servía de acceso a
la Casa de la Madera y al Prado de la Reina desde el monasterio de El Paular

          Otra de las fincas afectadas, también procedente de los bienes desamortizados de la antigua cartuja, es la adquirida en 1840 por un grupo de inversores belgas para construir la serrería de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular, la veterana empresa maderera que desde entonces y hasta no hace mucho tiempo ha explotado de forma sostenible el monte Cabeza de Hierro, conocido popularmente como Pinar de los Belgas. Allí se conservan los antiguos edificios del aserradero de vapor, los almacenes y secaderos de madera, las cuadras y pajares para los bueyes y caballerías, y las casas destinadas a viviendas del director, el encargado y los guardeses, edificaciones todas ellas de la segunda mitad del siglo XIX que constituyen un importante conjunto de arquitectura industrial, y que hoy se ven amenazadas, al igual que la Casa de la Madera ya mencionada, por el cambio de usos que contempla la recalificación urbanística del Ayuntamiento de Rascafría.

Antiguo aserradero de vapor de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular
Almacenes y secaderos de madera en la fábrica de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular 
Cuadras con pajar para bueyes y caballerías en la fábrica de la Sociedad Belga de los
Pinares de El Paular. Como el resto de edificios y dependencias, se conservan en
muy buen estado gracias a los cuidados de la antigua dirección de la empresa
Inscripción en el revoco de cal de la fachada del antiguo aserradero
de vapor de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular, en la que
se dejó constancia de la fecha de su construcción
       
          A finales de siglo, los paisajes que circundan el monasterio de El Paular vieron nacer la afición por la Sierra de Guadarrama, lo que daría lugar al llamado movimiento guadarramista impulsado en sus orígenes por escritores, pintores, profesores de la Institución Libre de Enseñanza y naturalistas del Museo de Ciencias Naturales. Algunos de ellos encontraron en las celdas abandonadas de la entonces ruinosa cartuja un lugar de retiro en donde pasaban largas temporadas estivales o invernales, como el filólogo y académico de la Lengua Ramón Menéndez Pidal, el escritor y novelista Pío Baroja, el pedagogo y crítico de Arte Manuel Bartolomé Cossío, el militar José Ibáñez Marín, el pintor Enrique Simonet y el poeta Enrique de Mesa, entre otros. Fue este último, quizá injustamente denominado como representante «menor» de la generación del 98, quien mejor ha cantado estos paisajes que rodean el monasterio. Posiblemente emulando el melancólico retiro en El Paular de Gaspar Melchor de Jovellanos en 1779, donde el gran jurisconsulto y político ilustrado escribió su Epístola de Jovino a Anfriso, Enrique de Mesa se refugió en los primeros años del siglo XX en una de aquellas celdas ruinosas. Allí encontró la inspiración para escribir El silencio de la Cartuja (1916), una de sus más recordadas obras poéticas en la que alababa la paz y la quietud tan ligadas a este entorno durante siglos:

          Se oye un sonar de esquilas,
          y en la tarde bucólica,
          bajo la paz serena del crepúsculo
          al monasterio los rebaños tornan... 
 
«Paisaje de El Paular», obra del pintor Enrique Simonet (1921)

          Los valores naturales de estos prados son también sobresalientes y forman en conjunto un 
«punto caliente de biodiversidad», según se destaca en el Blog científico del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. El nivel freático poco profundo y los distintos grados de humedad que mantienen cada uno de ellos dan lugar a diferentes ambientes y paisajes agroforestales: desde las  dehesas mixtas de fresnos y robles hasta una pequeña extensión de abedular adehesado centenario que podemos admirar, por su excepcionalidad, en la zona occidental del Prado Grande, cerca del gran muro de la huerta del monasterio, o incluso aguazales y turberas en los que se encuentra el origen del hidrónimo «Paular» (del latín padule y su metátesis palus), que no significa otra cosa que un lugar permanentemente encharcado y palúdico, aunque hay alguna que otra hipótesis sobre su etimología. En gran parte fueron desecados en los siglos XV y XVI con el desvío del cauce del arroyo de Santa María durante las obras de ampliación del monasterio, pero hoy sigue siendo habitual observar en ellos garzas reales, garcillas, azulones y otras especies de aves acuáticas.

Abedules centenarios formando un paisaje típico de dehesa en el Prado Grande. Hoy
están amenazados por las prolongadas sequías de los últimos años

               La variedad de plantas vasculares que albergan estos pastizales está representada por más de 300 especies que conforman paisajes vegetales únicos en la Comunidad de Madrid. Constituyen además un hábitat importantísimo para anfibios, reptiles, micromamíferos y una gran variedad de especies de insectos muy amenazadas por el descenso dramático de sus poblaciones en las últimas décadas. El cambio de usos o el simple abandono de estos prados, utilizados desde siempre como pastizales para el ganado estante, unido a los efectos del cambio climático está siendo causa de la desaparición de la rica biodiversidad que albergan y de una notable reducción de la superficie que ocupan en todo el Valle de Lozoya, según concluye un reciente estudio científico encargado a los investigadores Iñaki Mola y Ana Méndez por la dirección del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama.
 
El Prado de las Ovejas recién segado. El aprovechamiento ganadero de estos prados
 y su siega anual son necesarios para su conservación. El cambio de usos o el
simple abandono traerían consigo su pérdida por la invasión del matorral  

La más burda y osada tropelía urbanística en la historia de la Sierra de Guadarrama
La recalificación de estos terrenos, denominados técnicamente «Sector IV: Monasterio» en las normas subsidiarias de Rascafría, tiene su origen en un proyecto de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular para construir un complejo turístico y hotelero en la finca que ocupan el aserradero y el resto de edificios industriales y residenciales vinculados con la pasada actividad maderera. Tras el cierre del aserradero como consecuencia de la crisis económica de 2008 y la adquisición del Pinar de los Belgas por el Organismo Autónomo de Parques Nacionales en diciembre de 2020, la veterana sociedad quiere rentabilizar sus activos restantes diversificando su actividad hacia el sector hotelero, lo que ya hizo en 1954 con la construcción del Hotel Mercator en terrenos de la Serrería Belga de la madrileña calle de Atocha. Vaya por delante que lo consideramos legítimo para sus intereses como empresa, y factible bajo otros criterios más sostenibles y respetuosos con el patrimonio y los valores naturales y culturales del entorno, como sería, por ejemplo, destinar gran parte de este espacio a actividades orientadas a la educación ambiental que mantengan viva la memoria y la tradición maderera del Valle de Lozoya. Pero, como denuncié hace poco en un artículo de opinión publicado en el diario El País, la modificación de las normas subsidiarias aprobada por el Ayuntamiento para sacar adelante este y otros proyectos al rebufo del tirón turístico del parque nacional trae consigo el cambio de usos del suelo y la desprotección de los edificios de valor patrimonial no sólo en los terrenos donde se levanta la fábrica, sino también en las 190 hectáreas de superficie, nada menos, que abarca todo el Sector IV, actualmente calificadas como Suelo no Urbanizable de Protección Especial (SNUPE). Tras la lectura detallada del documento que contiene esta modificación, publicado en la web del Ayuntamiento de Rascafría, salta a la vista que la actuación tiene como única finalidad abrir paso a la especulación urbanística en estos suelos acogidos bajo la máxima protección que contempla la ley, lo que tendría irreparables consecuencias por su impacto negativo sobre el paisaje, la biodiversidad y el patrimonio cultural de nuestra región.

El entorno del monasterio de El Paular está catalogado como «Paisaje simbólico»
en el Plan Nacional de Paisaje Cultural aprobado en 2006

          Para dar apariencia de rigor y formalidad a esta recalificación cogida con alfileres, el Ayuntamiento de Rascafría ha incluido en el documento las fichas correspondientes a diez edificios de valor histórico y cultural afectados por la misma, que están contenidas en un supuesto Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos elaborado en 2017 por un equipo de gobierno anterior en cumplimiento de la Ley de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, pero que no tiene validez al no haberse remitido después por la siguiente corporación municipal a la Administración regional para su aprobación definitiva. No hace falta imaginar los motivos de ello, pues lo mismo se está haciendo en otros ayuntamientos del entorno del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, como el de Miraflores de la Sierra, con el fin de eliminar obstáculos a las políticas que dan prioridad a la construcción, al turismo y a la hostelería a costa de la conservación del patrimonio, cuestión a la que ya me he referido en una entrada anterior a esta bitácora. Por si fuera poco, alguna de las fichas de este «falso» catálogo contiene notables e inexplicables errores en cuanto a la datación cronológica del edificio que debería proteger, como la que hace referencia a la Casa de la Madera. No se incluyen el pequeño Puente de la Reina construido en el siglo XVIII que le sirve de acceso, ni las valiosas muestras de infraestructura hidráulica del siglo XVI, ni el sencillo pero importante patrimonio de arquitectura rural constituido por las también muy antiguas casillas ganaderas, mencionadas en el documento como «almacenes de uso agrario sin valor arquitectónico o patrimonial» y excluidas del conjunto de edificaciones que deben ser conservadas (pág. 38). En esta azarosa situación resultante de la proverbial picaresca urbanística española se encuentran muchos bienes patrimoniales no sólo en Rascafría, sino también en otros municipios del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama cuyos ayuntamientos, como ya hemos mencionado, no tienen aprobado o actualizado el preceptivo catálogo municipal de bienes y espacios protegidos.
   
Ficha del «falso» Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de Rascafría
correspondiente a la casa destinada a oficinas y vivienda del director de
la 
Sociedad Belga de los Pinares de El Paular
 (fuente: Modificación
puntual de las NNSS de Rascafría. Sector IV: Monasterio)

Inscripción pintada con almagre en la jamba de una de las puertas de la Casa de la
Madera. La ficha correspondiente del supuesto Catálogo de Bienes y Espacios
Protegidos de Rascafría data la construcción del edificio a mediados del siglo XX, 
«error» que facilitaría su completa alteración para uso hotelero

          La recalificación municipal del entorno protegido del monasterio de El Paular se apoya en la política urbanística del gobierno regional madrileño plasmada en la modificación de la Ley del Suelo aprobada en 2020 y en la llamada Ley Ómnibus de 2022, ambas destinadas a impulsar la actividad económica eliminando «trabas» administrativas a la construcción, entre ellas los necesarios controles ambientales y de protección patrimonial, lo que nos devuelve a los peores tiempos del ladrillo y la especulación del suelo en nuestra región. Obedece, además, a la política de turismo a toda costa recogida en la Estrategia Turística 2023/26 de la Comunidad de Madrid, que va a ser presentada en breve. Los edificios afectados, sin contar las casillas ganaderas consideradas como simples almacenes de paja y estiércol sin valor patrimonial alguno, son la Casa de Madera situada junto al monasterio y el conjunto de construcciones industriales y residenciales de la fábrica de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular, que a pesar de su valor arquitectónico se califican en la modificación de las normas subsidiarias con el grado de protección A4, el más bajo y permisivo de los previstos en la normativa sobre conservación del patrimonio. Ello permitiría su completa alteración por la posibilidad de añadirles nuevas plantas en altura y su demolición parcial con el fin de mejorar su habitabilidad para uso hotelero. También se autoriza la construcción de módulos, casetas, carpas y otras instalaciones provisionales o permanentes para la celebración de eventos turísticos.

Tabla de grados de protección para los edificios de valor patrimonial en el Sector IV.
Se les da el grado Ambiental A4, el más bajo y permisivo contemplado en la
normativa sobre conservación del patrimonio (fuente: Modificación
puntual de 
las NNSS de Rascafría. Sector IV: Monasterio) 

            Aunque la modificación no reclasifica formalmente el ámbito del Sector IV y se limita a cambiar la calificación del suelo para otros usos, la realidad es que supone un reclasificación en la sombra al convertirlo de facto en suelo urbano por la necesidad de construir viales y zonas de aparcamiento, y dotarlo de infraestructuras para abastecimiento de agua, electricidad, alcantarillado e iluminación exterior, además de construcciones supuestamente provisionales para la celebración de eventos más o menos multitudinarios y actividades recreativas. Las consecuencias para el entorno del monasterio serán, inevitablemente, una mayor masificación turística que afectará a la fauna y a los frágiles suelos de estos pastizales, y un aumento de la contaminación acústica y lumínica.

El monasterio de El Paular (1) y la Casa de la Madera (2). Entre ellos corre el arroyo
de Santa María cubierto por un tupido bosque de ribera. Arriba a la izquierda
el Prado de las Ovejas y el Prado Grande. Abajo el Prado de la Reina
(fuente: Documento de inicio. Evaluación ambiental estratégica de la
modificación puntual de las NNSS de Rascafría)   
                    
          Todo lo que acabamos de referir se pretende justificar por razones de «interés público», algo habitual en este tipo de actuaciones que ignoran que el verdadero interés ciudadano reside, hoy más que nunca, en la conservación de la biodiversidad, los paisajes culturales y el derecho a una educación ambiental de calidad. El entorno protegido del monasterio de El Paular, insistimos, es uno de los lugares destinados para cumplir estas funciones en el Plan Nacional de Paisaje Cultural, por sus inigualables valores naturales y culturales y su gran carga simbólica. En el documento también se argumenta de forma falaz y retorcida que las normas subsidiarias de 1985 son una «ordenación obsoleta» que impide la construcción de nuevas edificaciones necesarias para dar repuesta a las actuales exigencias de «dinamizar» el entorno del Parque Nacional, manido eufemismo que en cuestiones ambientales y urbanísticas nos suena muy parecido a dinamitar. Como se ve, argumentos que no son sino ruedas de molino para comulgantes ingenuos.

Espléndido prado de siega que forma parte de los terrenos de la serrería de la Sociedad
Belga de los Pinares de El Paular. Pese a estar incluido en el ámbito protegido del
Sector IV, en 2020 se intentó convertirlo en un aparcamiento público
         
          El municipio de Rascafría es uno de los destinos turísticos más consolidados y frecuentados de la región, y a pesar de su pequeño tamaño concentra el mayor número de alojamientos hoteleros y casas rurales por habitante de toda la Comunidad de Madrid. Esto ha sido posible gracias a su entorno natural inigualable, pero en los últimos tiempos el principal «atractivo» de su oferta de ocio se concentra en las zonas habilitadas para el baño en la zona recreativa de Las Presillas, a poco más de un kilómetro del entorno protegido del monasterio. Tras el confinamiento decretado con motivo de la pandemia de coronavirus y las recientes olas de calor que casi han asfixiado a los madrileños, la afluencia de visitantes a este lugar durante los fines de semana veraniegos se ha disparado hasta alcanzar unos niveles de masificación nunca vistos hasta ahora, lo que ha dado lugar a serios problemas de movilidad y a riesgos inasumibles para la seguridad ciudadana en el caso de un gran incendio forestal.
          El Ayuntamiento dice apostar por un turismo de calidad, y tanto regidores como vecinos reclaman desde hace años la reapertura del Hotel Santa María de El Paular, un establecimiento abierto hace más de medio siglo en la antigua hospedería del monasterio y que lleva cerrado desde 2014. La recuperación de este gran hotel, el más renombrado de toda la Sierra de Guadarrama y principal motor económico del Valle de Lozoya hasta su cierre, seguramente será una realidad a corto plazo, hecho que no se prevé en el documento de modificación de las normas subsidiarias, pese a que supone un importante condicionamiento a tener en cuenta para la construcción de otro gran complejo hotelero en los terrenos colindantes de la serrería de la Sociedad Belga de los Pinares de El Paular, por la más que probable saturación turística y recreativa que afectaría a todo el ámbito protegido del Sector IV.

El patio del Ave María, magnífico lugar de encuentro del Hotel Santa María de
El Paular antes de su lamentable cierre 
          
          El turismo a toda costa no va a seguir siendo durante mucho tiempo la panacea económica en el entorno de nuestros mejores espacios naturales protegidos, porque la masificación del sector y sus consecuencias sobre el medio ambiente son incompatibles con un turismo de calidad no necesariamente elitista. Tarde o temprano, pese a la dictadura con mano de hierro del Producto Interior Bruto, habrá que enfrentarse a la realidad y pensar en el decrecimiento turístico en las zonas tan tensionadas como esta, buscando alternativas ante el gran desafío que plantea el calentamiento del clima y la consecuente pérdida de recursos hídricos y biodiversidad.
          Ya se han presentado alegaciones a la aprobación previa municipal, y se deberían interponer acciones judiciales si la Comunidad de Madrid da vía libre al osado intento de «poner en valor» este entorno único haciendo desaparecer sus auténticos valores. Pero frente al urbanismo sin escrúpulos también se puede alegar con la memoria colectiva o incluso la personal de cada uno, que es un arma poderosa para protegerlos. Además de planos de ordenación territorial, tablas de clasificación de elementos patrimoniales, fichas técnicas y áridas normativas urbanísticas, hemos traído a estas líneas los versos de dos poetas que vivieron y murieron cerca de estos prados idílicos llenos de silencio y de quietud: los que hemos transcrito en la cabecera titulados «Todavía», escritos a modo de advertencia en 1961 por un monje benedictino de El Paular bajo el seudónimo de Sergio eremita, y los de Enrique de Mesa incluidos en su obra El silencio de la Cartuja. La desmemoria siempre tiene un alto coste para la conservación de los paisajes culturales, porque los vuelve banales al vaciarlos de historia, poesía, misterio, vivencias, sonidos, olores, recuerdos... En el cementerio del jardín del claustro del monasterio los huesos de estos dos poetas y los de cientos de monjes cartujos anónimos allí enterrados durante siglos se estarán removiendo inquietos, por la amenaza de que el secular e inefable silencio del entorno protegido de El Paular no sea en el futuro ni siquiera un recuerdo.

El autor en el Prado Grande. Evocando los versos del monje anónimo que encabezan
estas líneas, hay que decir que la fotografía fue tomada en una serena tarde de agosto
de 2009 con el tañido lejano de la campana del monasterio como paisaje sonoro 


miércoles, 1 de febrero de 2023

SOBRE EL INJUSTIFICABLE BLOQUEO DEL CATÁLOGO PATRIMONIAL DE BIENES Y ESPACIOS PROTEGIDOS DE MIRAFLORES DE LA SIERRA

A comienzos de 2018, siendo concejal de Medio Ambiente y Urbanismo del Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra, di inicio a los trabajos de actualización del Catálogo Patrimonial de Bienes y Espacios Protegidos de este municipio, en cumplimiento de uno de los objetivos que me marqué al aceptar la petición que se me hizo desde el Grupo Socialista para formar parte del gobierno municipal en la legislatura 2015-2019. Tras la celebración de un acto participativo para debatir sobre la iniciativa con vecinos e interesados, y finalizados in extremis los largos y meticulosos trabajos de catalogación, el 1 de febrero de 2019, hoy hace exactamente cuatro años, llevé a Pleno municipal la moción para la modificación puntual de las Normas Subsidiarias de Planeamiento Urbanístico con la inclusión del nuevo catálogo, que fue aprobada con los votos a favor de todos los grupos políticos que entonces formaban la corporación municipal, excepto la abstención de Cambiar Miraflores, marca blanca de Izquierda Unida. No hubo tiempo para mucho más, ya que pocos meses después, en junio de 2019, llegó al Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra el actual equipo de gobierno del Partido Popular presidido por el alcalde Luis Guadalix, cuya concejalía de Urbanismo no ha hecho nada a lo largo de la actual legislatura por completar la tramitación final del nuevo catálogo. Como actualmente se encuentra perdido en este limbo, sin posibilidad alguna de ser consultado, coloco al final de estas líneas un enlace a través del cual se puede acceder al documento completo aprobado hace cuatro años, que consta de 302 fichas de elementos catalogados con el código INPHIS del Sistema de Información del Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid. 

Cartel del acto participativo para la actualización del Catálogo
del Patrimonio de Miraflores de la Sierra, celebrado en 2018
 
          Las obligaciones y responsabilidades que tienen las administraciones locales en la conservación del patrimonio están claramente determinadas por las leyes. A pesar de ello, la turbia historia del urbanismo en España durante las últimas décadas señala a los ayuntamientos y a las comunidades autónomas como principales responsables de las cuantiosas e irreparables pérdidas de nuestro patrimonio arquitectónico y monumental sufridas a lo largo de todo este tiempo, por su dejación de funciones en el cumplimiento de estas obligaciones legales, bien sea por simple desidia o por ceder directamente a presiones de todo tipo ejercidas por conveniencias políticas o intereses privados. Aunque sólo sea como aviso para navegantes que surcan las agitadas y siempre peligrosas aguas del urbanismo municipal, es importante recordar aquí las normativas que desde los distintos ámbitos administrativos obligan a los ayuntamientos a conservar y proteger los bienes patrimoniales existentes en sus municipios. En primer lugar la Constitución Española, cuyo Artículo 46 determina de forma general que «Los poderes públicos garantizarán la conservación y promoverán el enriquecimiento del patrimonio histórico, cultural y artístico de los pueblos de España así como de los bienes que lo integran, cualquiera que sea su régimen jurídico y su titularidad». En el ámbito de la legislación estatal, la Ley 16/1985 del Patrimonio Histórico Español determina en su Artículo 7 que «los Ayuntamientos cooperarán con los organismos competentes en la ejecución de esta Ley para la conservación y custodia del Patrimonio Histórico Español comprendido en su término municipal, adoptando las medidas oportunas para evitar su deterioro, pérdida o destrucción». Y ya en el ámbito regional, la Ley 3/2013 de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid establece en su Artículo 16 que «los Ayuntamientos están obligados a recoger en sus catálogos de bienes y espacios protegidos tanto los bienes incluidos en el Catálogo Geográfico de Bienes Inmuebles del Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, como los bienes que, reuniendo los requisitos del Artículo 2.1, puedan tener relevancia para el municipio». Este artículo es el que está incumpliendo desde hace diez años el Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra, aunque la actual normativa va a ser pronto sustituida «actualizada», según el Gobierno regional madrileño por otra cuyo proyecto de ley ha sido aprobado por el Consejo de Gobierno de la Comunidad de Madrid el pasado 19 de octubre de 2022. Y no sólo incumple esta normativa, sino también la Ley 9/2001 del Suelo de la Comunidad de Madrid, que en su Artículo 60.C determina que «la aprobación provisional de los Catálogos corresponderá al Pleno del Ayuntamiento, debiendo remitirse el expediente completo a la Consejería competente en materia de ordenación urbanística para su aprobación definitiva»
                     
El catálogo recortado y obsoleto de 1997
Por una simple cuestión de pundonor profesional ante el bloqueo de la actualización del Catálogo del que estamos hablando, quiero volver a insistir aquí sobre lo dicho un poco más arriba: que garantizar la conservación del patrimonio histórico y arquitectónico de Miraflores de la Sierra fue una de las principales y más secretas apuestas personales por las que decidí aceptar la petición de formar parte, como concejal independiente, de la candidatura del PSOE en las elecciones municipales de 2015, poniendo como condición que se me dieran las competencias de Urbanismo además de las de Medio Ambiente que me habían ofrecido inicialmente. Esta petición estaba justificada, pues siempre he pensado que en las administraciones locales ambas competencias deben estar en las mismas manos para poder subordinar la primera a la segunda. Y digo que esta apuesta personal al principio fue «secreta» porque proteger bienes inmuebles con valor patrimonial es una medida que choca contra intereses políticos y económicos de todo tipo y suele ser especialmente problemática e impopular en municipios pequeños donde todos los vecinos se conocen. En todo caso, para mí obedecía a una razón de mucho peso: los numerosos edificios destacados o humildes de valor histórico o arquitectónico que he visto caer bajo la piqueta a lo largo de cincuenta años en una localidad privilegiada por su belleza, en la que me he criado y donde tengo un hondo arraigo familiar desde hace generaciones, pero que a pesar de estas pérdidas todavía mantiene en un aceptable grado de conservación parte de su casco histórico y sus antiguas colonias de veraneo, además de otros valores patrimoniales mucho menos conocidos. 
          Como un solo ejemplo de lo que hemos visto desaparecer a lo largo de estas últimas cinco décadas quiero recordar aquí la Fábrica de Pasamanería de los Hijos de Ángel Rodríguez, una notable muestra de arquitectura industrial de finales del siglo XIX cuyo interés patrimonial era patente a pesar de tener arruinada una parte de sus cubiertas, de lo que se da fe en el exhaustivo estudio sobre el patrimonio arquitectónico regional publicado entre 1991 y 1993 por la Dirección General de Arquitectura de la Comunidad de Madrid con el título Arquitectura y desarrollo urbano. Comunidad de Madrid (Zona Norte, III, páginas 470-471). Ello no evitó su demolición a mediados de la década de los 90, aunque irónica e inexplicablemente aparecía todavía mencionada en 2008 como un elemento patrimonial merecedor de protección legal en el Catálogo Regional de Patrimonio Arquitectónico de la Comunidad de Madrid (Tomo I, página 133). A falta de fotografías del edificio y de su derribo, que lamentablemente no hice en su día, tengo grabada en la memoria la penosa imagen de la vieja máquina de vapor de fabricación inglesa que movía sus telares antes de la llegada de la energía eléctrica, oxidándose bajo la lluvia en un rincón del enorme y apetitoso solar que quedó tras la demolición, donde hoy se levantan el Teatro Municipal Villa de Miraflores y el gran edificio de pisos y apartamentos que lleva el nombre de «Pasamanería» como único recuerdo de la antigua fábrica. Quién sabe dónde iría a parar...

La desaparecida fábrica de Pasamanería de Ángel Rodríguez, según el grabado impreso
en el membrete de sus facturas a comienzos del siglo XX. Allí trabajaban cerca de
un centenar de mujeres (mirafloresdelasierrablog.blogspot.com)

          Volviendo a la cuestión que nos ocupa, para el cumplimiento de la Ley 3/2013 de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid el Ayuntamiento de Miraflores de la Sierra recibió el 9 de agosto de 2013 un requerimiento de la Dirección General de Patrimonio para que llevara a cabo la actualización de su catálogo en el plazo de un año, requerimiento que estaba incumplido cuando entré a formar parte del equipo de gobierno en junio de 2015. Por ello, el 17 de marzo de 2016 asistí en compañía del arquitecto municipal, Juan Ignacio Burgos, a la II Jornada La administración local en la protección del Patrimonio Histórico: la gestión de los catálogos, organizada por la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid con la finalidad de orientar a los alcaldes, concejales, técnicos municipales y profesionales de la gestión patrimonial sobre los procedimientos a seguir para actualizar los catálogos municipales de bienes y espacios protegidos, en la que se insistió sobre la importancia que tienen como instrumento urbanístico para identificar los bienes que forman parte del patrimonio histórico de la región, cada uno con el nivel de protección correspondiente a su valor. En nuestro caso era urgente hacerlo, pues Miraflores de la Sierra no cuenta con un Plan General de Ordenación Urbana, y el Catálogo de Bienes Protegidos vigente todavía hoy, incluido como documento anexo en las Normas Subsidiarias Municipales de 1997, se ha ido reduciendo a lo largo de los años por causas que a nadie se le escapan. Así, el listado de 124 elementos protegidos que figuraba inicialmente en las Normas Subsidiarias de 1997 se redujo a 110 tras una modificación llevada a cabo en 2002, en la que se comprueba que faltan 14 edificios que fueron descatalogados para su derribo. Esta modificación del catálogo aprobada en pleno municipal el 27 de junio de 2002, siendo alcalde Francisco Esteban, del PSOE, lleva el subtítulo eufemístico de «corrección de errores», como si el error fuera proteger, y no lo contrario, y supuso la pérdida de más de un 10% del Catálogo en apenas cinco años. Pero estas pérdidas no fueron las únicas, pues otros edificios de valor patrimonial habían sido demolidos anteriormente tras ser despojados de su categoría de máxima protección, sin contar los muchos que fueron derribados, sin más, desde los años sesenta del siglo pasado, cuando la regulación y la disciplina urbanísticas eran prácticamente inexistentes. 

Casa de 1767 con corralón anexo en la calle de la Cruz
Verde, que figuraba en esta ficha del catálogo con el grado de
"protección integral" y que fue descatalogada para su derribo

          Al revisar el Catálogo «corregido» de 1997 pudimos comprobar sus numerosas carencias, y no sólo por la falta de los edificios que fueron descatalogados, sino también la de otros muchos elementos importantes del rico patrimonio arquitectónico, paisajístico y cultural de Miraflores de la Sierra que nunca fueron incluidos en el mismo, faltas que nos pareció necesario subsanar con urgencia para evitar nuevas e irreparables pérdidas.
           
Un catálogo actualizado para el siglo XXI arrumbado en un cajón
Por todo ello, venciendo reticencias, desde la Concejalía de Medio Ambiente y Urbanismo iniciamos a comienzos de 2018 los trabajos para completar el listado muy básico e incompleto del catálogo de 1997, que dejaba fuera y sigue dejando, al estar su actualización arrumbada en un cajón algunos de los más importantes elementos patrimoniales del municipio, sobre todo arquitectónicos, pero también culturales, históricos y otros de carácter más intangible, como son los de interés paisajístico. Tras someterlos a concurso público para su adjudicación, los trabajos de elaboración del nuevo catálogo fueron llevados a cabo por una consultora especializada en la conservación del patrimonio regional, que cuenta con más de treinta años de experiencia y un equipo multidisciplinar de arquitectos, urbanistas, arqueólogos e historiadores. Con ellos, con personal de los servicios técnicos del Ayuntamiento, con algunos vecinos y a veces en solitario, recorrí todo el casco urbano y una gran parte del término municipal para identificar, georreferenciar y fotografiar todos y cada uno de los elementos patrimoniales recogidos finalmente en las 302 fichas que lo integran, cifra que casi triplicó la del catálogo de 1997 recortado en 2002.

Página de una de las fichas de la actualización del Catálogo del
Patrimonio Histórico de Miraflores de la Sierra aprobada en 2019

          En la actualización del catálogo se subsanaron clamorosas faltas referentes a edificios de interés patrimonial situados tanto en el casco histórico como en las antiguas colonias de veraneo de las carreteras de Rascafría y Canencia y del Cerro de los Santos incluidas sólo parcialmente en el Catálogo Regional de Patrimonio Arquitectónico, además de otras muchas carencias relativas a edificaciones y a otros elementos de interés ubicados en diferentes zonas dentro y fuera del ámbito urbano, algunos de los cuales hubo que volver a incluir en el catálogo por haber sido excluidos del mismo a pesar de que ostentaban la máxima categoría de protección. 
          Como ejemplo quizá más destacado de estas graves carencias mencionaremos el edificio de La Cristalera, un referente imprescindible de la arquitectura española contemporánea construido en 1957 por José Antonio Corrales, Ramón Vázquez Molezún y Alejandro de la Sota, quienes lo integraron armoniosamente en el hermoso paraje del Hueco del Cancho, en la subida al puerto de la Morcuera (código INPHIS CM/85/152). Citando aquí otro ejemplo ilustrativo, junto con otras muchas edificaciones de la colonia histórica de la carretera de Rascafría incluimos la antiguamente llamada Villa Pirucha, una gran casa de veraneo construida en 1935 por el arquitecto Luis Gutiérrez Soto para Antonio Soria, un conocido y acaudalado empresario mexicano de la época. Pese a formar parte de esta destacada colonia incluida parcialmente en el Catálogo Regional de Patrimonio Arquitectónico, en época relativamente reciente, tras ser segregada en dos propiedades distintas, sufrió varias reformas ilegales que alteraron notablemente su fachada principal de inspiración racionalista y una de las dos grandes puertas en forma de arco que daban acceso a la antigua finca (códigos INPHIS CM/85/166 y 167)(1). 
          Otro criterio de catalogación que empleamos para dotar de protección municipal a algunas edificaciones destacadas, a añadir al de sus valores arquitectónicos intrínsecos, fue preservar el legado cultural y la memoria local de sus antiguos e ilustres propietarios, como Vistalegre, la casa del Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre, en la que pasó los veranos desde finales de los años veinte hasta su muerte en 1984 y donde escribió gran parte de su obra (código INPHIS CM/85/130), y La del manojo de Rosas, del compositor Pablo Sorozábal, quien escribió allí las partituras de sus zarzuelas más conocidas, como la que le da nombre (código INPHIS CM/85/256). Empleando criterios unitarios de conservación patrimonial incluimos también conjuntos de edificaciones representativos de diferentes épocas y tendencias de la arquitectura española, como las dos interesantes colonias de viviendas de los años cincuenta del pasado siglo que se conservan en Miraflores, de muy distinto origen social en aquellos años del franquismo y que figuran en el Catálogo Regional de Patrimonio Arquitectónico: la colonia del Cerro de los Santos, algunos de cuyos «hoteles» de veraneo más antiguos fueron derribados ilegalmente en época reciente, y las llamadas «Casas baratas», viviendas obreras muy características de la arquitectura social de la posguerra, en este caso destinadas a alojar a los trabajadores y penados llegados de otras regiones del país para la construcción del ferrocarril directo Madrid-Burgos, los llamados tradicionalmente «carrilanos» en la localidad.

Vistalegre, la casa del Premio Nobel de Literatura Vicente Aleixandre no formaba parte
del Catálogo de Patrimonio de Miraflores de la Sierra, hasta que la
incluimos en la actualización de 2019, hoy bloqueada 

          También incluimos en la actualización numerosos elementos patrimoniales tangibles e intangibles existentes en la totalidad del término municipal, pues el Catálogo de 1997 modificado en 2002 prácticamente se limita a los bienes situados en el ámbito del casco urbano (excepto los antiguos molinos y puentes, que quedan incluidos automáticamente en los catálogos municipales por la Ley 3/2013 de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid), para lo que fue de gran ayuda la colaboración de algunos de los muchos vecinos que comparten conmigo el interés por conservar el patrimonio de Miraflores de la Sierra, entre los que no quiero dejar de citar aquí a Cándido Juez y a Marta Valentín-Gamazo, y de asociaciones como el Observatorio del Patrimonio de la Sierra de Guadarrama y Ecos de Miraflores. Así, catalogamos por primera vez construcciones rurales de gran interés paisajístico y etnográfico, entre las cuales figuran algunas tomadas como motivo por la pintura de paisaje del siglo XIX, muros de piedra seca que rodean prados y suertes, majadas pastoriles y casas forestales y de peones camineros. También incluimos antiguas minas documentadas entre los siglos XVII y XIX (códigos INPHIS CM/85/230, 231 y 232) e infraestructuras históricas muy poco conocidas, como son los tramos que todavía se conservan del trazado del antiguo Camino Real de El Paular (código INPHIS CM/85/228) y los restos poco visibles del Ventisquero de la Morcuera (código INPHIS CM/85/227), ambos utilizados desde el siglo XVII para el abastecimiento de nieve a la ciudad de Madrid. Igualmente incorporamos al catálogo fuentes, abrevaderos, albercas, viejos depósitos y captaciones de agua, pavimentos antiguos, hitos, mojones y cruces de piedra conmemorativas. Entre estas últimas, muy amenazadas por el expolio, el vandalismo o la simple desidia e ignorancia de las Administraciones, incluimos la desaparecida «Cruz del Cura», como así era conocida, un crucero de dos metros de altura labrado en una sola pieza de piedra que recordaba la muerte violenta del coadjutor de la parroquia de Miraflores de la Sierra el 10 de agosto de 1936 (código INPHIS CM/85/298). En 2002 quedó enterrada por una excavadora en el talud de la explanada que se abrió al borde de la carretera M-611 para emplazar una parada del autobús interurbano, y allí sigue oculta y olvidada, pero al menos identificada y georreferenciada hasta que alguien decida recuperarla para ser guardada y conservada con un mínimo de dignidad. Igualmente incluimos por primera vez elementos patrimoniales intangibles, como son los paisajes culturales más sobresalientes de nuestro entorno a los que ya nos hemos referido, incluidos los cielos nocturnos que aún se conservan libres de contaminación lumínica, algunos de ellos simbólicos para la historia del descubrimiento artístico, literario, científico y deportivo de la Sierra de Guadarrama (códigos INPHIS CM/85/299 y 300). Todos estos elementos quedan sin protección municipal con el bloqueo de la actualización del Catálogo.
          Como se ve por todo lo que acabo de referir, este largo y pormenorizado trabajo de catalogación lo hicimos con rigor y verdadero compromiso con la conservación de nuestro patrimonio, pero también con la flexibilidad necesaria a la hora de establecer los diferentes grados de protección y de tomar medidas para no perjudicar los intereses de los propietarios de los elementos protegidos, como son exenciones o bonificaciones tributarias en el Impuesto de Bienes Inmuebles, según los casos, y otras similares. Sin embargo, después del mucho trabajo dedicado y el dinero público invertido parece que todo ello ha quedado en nada tras la llegada del actual equipo de gobierno al Ayuntamiento en junio de 2019, ya que en los casi cuatro años transcurridos desde entonces el concejal de Urbanismo, Esteban Domínguez, después del obligado trámite de su exposición pública (BOCM, 30 de enero de 2020, pág. 233), no ha hecho nada para hacer efectiva legalmente la actualización del Catálogo que fue aprobada con su voto a favor cuando ya era concejal en la oposición, es decir, no la ha llevado nuevamente a pleno municipal tras las alegaciones presentadas ni la ha remitido después a la Administración regional para su aprobación definitiva, lo que es también preceptivo. En conclusión: toda una legislatura perdida en lo relativo a la urgente conservación del patrimonio de Miraflores de la Sierra y la Sierra de Guadarrama.

La mayor parte de las edificaciones ganaderas tradicionales conservadas en
el término municipal fueron catalogadas, como la Casilla del Gazapo de la imagen
Labrada en una sola pieza de granito y rodeada de leyenda, la Cruz del Pastor es otro
de los viejos cruceros repartidos por el término municipal de Miraflores de la Sierra
que recuerdan una "muerte en descampado", según la expresión popular de antaño 
           
          He esperado tanto tiempo antes de publicar estas líneas dando un voto de confianza al concejal de Urbanismo, teniendo en cuenta lo complicada que ha sido esta legislatura a causa de la pandemia y el confinamiento. Y lo he hecho aun a sabiendas de que la ralentización administrativa producida por el estado de alarma decretado el 14 de marzo de 2020 no puede justificar de ningún modo la paralización del proceso de la actualización del Catálogo. Por supuesto, nada de alarma ni confinamiento; la verdadera causa está en el hecho de que si la actualización se hubiera remitido a la Comunidad de Madrid para su definitiva aprobación y entrada en vigor el concejal que es quien toma las decisiones últimas sobre Urbanismo sin contestación o réplica alguna por parte del alcalde no hubiera podido sacar adelante dos modificaciones de las normas subsidiarias que llevó a pleno posteriormente, que fueron aprobadas gracias a la mayoría absoluta de su partido en el Ayuntamiento: una para dar vía libre a nuevos desarrollos urbanísticos en el llamado Ámbito aplazado, y otra para el cambio de usos permitidos en algunos antiguos edificios industriales o residenciales y poderlos destinar al uso hostelero o a la celebración de eventos turísticos.
           Aun teniendo claros estos motivos, en el último pleno municipal celebrado el 27 de enero de 2023, aproveché el turno de ruegos y preguntas para pedirle personalmente explicaciones sobre las causas de este bloqueo, pero no acertó a dar respuesta justificada alguna, tildando de absurdo «eso de incluir paisajes en el catálogo» y culminando su intervención con la guinda «tú no eres de Miraflores...».
          Soy de Miraflores desde hace mucho más tiempo que él, y sé por experiencia propia lo espinoso y desagradable que es aguantar las presiones y recriminaciones que traen consigo estas medidas generalmente impopulares tomadas por los ayuntamientos para proteger el patrimonio en municipios donde las relaciones de vecindad son muy estrechas. Pero soportarlas en defensa del interés común es algo que va implícito al cargo y a las funciones de concejal, y muy especialmente cuando se asumen las competencias de Urbanismo, y por supuesto dando uno mismo ejemplo con la inclusión en el Catálogo de su propiedad familiar.
          Y por si se quisiera utilizar como argumento el cambio legislativo en ciernes, la aprobación de la nueva Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, que tendrá lugar previsiblemente antes de las elecciones municipales y autonómicas del 28 de mayo de 2023, no puede servir de excusa para el incumplimiento de la Ley 3/2013 todavía hoy vigente, y menos aún cuando aquella va a relajar las exigencias a los ayuntamientos ampliando el plazo para actualizar los catálogos de uno a tres años a partir de su entrada en vigor, lo que nos haría perder un tiempo precioso. La modificación puntual de las Normas Subsidiarias Municipales para la actualización del Catálogo de Bienes y Espacios Protegidos de Miraflores de la Sierra fue aprobada por mayoría en pleno municipal amparándose en la ley entonces y todavía hoy en vigor, y por ello debe ser firme jurídicamente y aplicable legalmente después de su aprobación definitiva por la Comunidad de Madrid. Y si es necesario habrá que acogerse también a la Disposición Adicional Sexta de la futura Ley, que deja todo bien claro en lo referente a la inacción y la pasividad de los ayuntamientos en el cumplimiento de la normativa(2).
          No se puede desperdiciar más tiempo, insisto, porque el Catálogo es el gran directorio para el completo y detallado conocimiento de nuestro patrimonio, y la única herramienta de que disponemos actualmente para evitar nuevas pérdidas de este recurso de enorme valor para un municipio que tiene como principal opción de futuro el turismo sostenible y de calidad en el privilegiado entorno del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Sólo falta la voluntad política de rematar su actualización, lo que no va a ser posible antes de las próximas elecciones, pero sí después por el equipo de gobierno al que le corresponda hacerlo. Que no nos ocurra lo mismo que en el cercano municipio de Los Molinos con la frustrada actualización de su catálogo, un espléndido trabajo que hoy constituye todo un referente para el conocimiento y la conservación del patrimonio de la Comunidad de Madrid, promovido en 2014 por el entonces concejal independiente de Urbanismo, Adolfo Rodríguez, Fito, y malogrado por conveniencias políticas.  
          Con el fin de conocer y valorar la importancia de esta herramienta para la conservación del patrimonio cultural de Miraflores de la Sierra y estimar el valor del trabajo realizado para su elaboración, aquí se puede acceder al documento del Catálogo actualizado y aprobado el 1 de febrero de 2019(3), a falta de las modificaciones a introducir tras los informes sectoriales de las administraciones y las alegaciones de particulares para la propuesta de aprobación definitiva que debería haberse cursado por el Ayuntamiento hace ya mucho tiempo.

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(1) Antonio Soria fue el fundador y director de la distribuidora cinematográfica "Rey Soria Films", un personaje de la alta sociedad madrileña en los años treinta y cuarenta del siglo pasado que no escatimó dinero para construir esta magnífica casa de veraneo situada en un entorno de enorme calidad paisajística. Además de su valor patrimonial como obra del gran arquitecto Luis Gutiérrez Soto, Villa Pirucha guarda, como tantas otras antiguas edificaciones de Miraflores de la Sierra, parte de la memoria histórica menos conocida de la localidad. Por ello quizá no esté de más referir aquí, aunque sea como un simple apunte anecdótico, el asalto a la casa perpetrado en agosto de 1946 por una partida del maquis al mando de Adolfo Lucas Reguilón, el último guerrillero antifranquista que actuó por las montañas españolas en los años de la posguerra. Inmediatamente después de esta acción, en la que despojaron al empresario mexicano de la entonces nada despreciable suma de 20.000 pesetas en concepto de "contribución a la causa republicana", la partida de Reguilón cruzó el puerto de la Morcuera para llevar a cabo su golpe de mano más atrevido: la ocupación durante unas horas de la localidad de Alameda del Valle, donde proclamaron la República tras izar la bandera tricolor en el balcón del Ayuntamiento, de lo que dejaron constancia por escrito en el libro de actas municipal.  

(2) "Los ayuntamientos que no hayan modificado sus catálogos de bienes y espacios protegidos desde 2013 deberán completarlos o formarlos en los términos establecidos en el artículo 36 en el plazo máximo de tres años a contar desde la entrada en vigor de la presente ley. En ningún caso se entenderá que la inactividad de los ayuntamientos da cumplimiento a las obligaciones establecidas en el apartado anterior de esta disposición adicional..." (Disposición Adicional Sexta del Proyecto de Ley de Patrimonio Cultural de la Comunidad de Madrid, aprobado el 19 de octubre de 2022).

(3) Las coordenadas UTM de cada ficha no aparecen en este documento PDF resumido de la base de datos INPHIS. De forma provisional, algunas de las fichas no llevan las fotografías correspondientes, por referirse a tramos largos de cañadas y caminos.